CARTA A LERMANDA

CARTA A LERMANDA

En el Adagio de Barber, hermano,
puedes encontrar una musicalización
cada vez más compleja de la Eneida.
Un sinnúmero de fragmentos que fluyen,
se desflecan
y luego desembocan.


Puedes, sin esfuerzo,
enfrentar el alejamiento,
el quiebre,
la rotura y la pérdida de mapas,
la desaparición de civilizaciones completas,
la aparición de civilidades precarias.


Si lo prefieres
puedes oír a alguien que grita
en un desierto que se agranda segundo a segundo
mientras empequeñece
hasta llegar a su más frágil dimensión.


Puedes, si gustas,
prestar oído a un carruaje que se aleja,
al chirriar de las ruedas en las rocas,
u oler una flor púrpura que titila;
o el estallido infinitamente lejos de un corazón que se triza,
de familias que se desintegran en toda la curvatura
del espacio tiempo.


Puedes oír, sin temor,
el chapoteo de la armada de Eneas que se aleja
mientras mira entristecido
la pira en que desaparecen sus armas,
sus prendas, la desventurada Cartago
y los restos infaustos de promesas inciertas.


Puedes, Oscar, imaginar a Dido desgarrada,
que va y viene,
y destrozados nosotros podemos verla,
como una cierva herida acosada por furias vengadoras,
suplicar,
pedir plazos, descansos,
atajar las corrientes y hacer retroceder los astros,
una preparatoria para el llanto y la resignación.


Podemos luego oírla maldecir
sobre todo el imperio,
sobre todas las naos troyanas y su linaje,
hacer fogatas en lo alto del palacio
quemar nuestras cosas, nuestros lápices
calcinar todos los enseres de Eneas,
ese infiel,
ese impío
ese alucinado por el viaje en pos de su Ática.


Más tarde
podrás ver a la mísera,
lejos de los Campos Elíseos,
amurrada
en el segundo estadio del infierno,
mientras Eneas,
ese pérfido,
el que fue amantado por las tigres hircanas,
suplica

y solloza amargamente al ver a Elisa
que se aleja con ojos torvos
hacia la infinita noche del Averno.


Puedes, en fin, hermano,
imaginar que no ha ocurrido nada.
Puedes salir a la calle,
suspirar
y creer en la fría hermosura que titila en los letreros de neón.

Delenda est Cartago, Barber.