Libro del frio

Idioma 
Español
 
Autor
Juan Pablo Riveros
Descripción
Extracto de la primera publicación.
 
Género
Poesía
libro del frio small

INTRODUCCIÓN

Publicado en el año 2000, Libro del Frío se inspira directamente en las memorias de 1938 del Almirante Richard E. Byrd, Alone, que relata su solitaria estancia en la Antártica, desde marzo a agosto de 1934. Riveros concibió su rol como el de completar informes que él no tuvo tiempo de terminar, aprovechando el privilegio de haber sido algo así como un copo de nieve en algún lugar siempre oculto de su refugio.

El libro se adentra en las desolaciones implacables de la Antártica y en la soberanía implacable del frío. Explora la simple soledad, de la inmensa precariedad humana y la búsqueda de huellas de dioses en la medianoche del mundo. El frío no es solo una condición física; se transforma en una metáfora del “silencio de Dios” y en un catalizador para una introspección profunda. Riveros describe su proceso creativo: “me entumí con su frío, y con el mío, me deleité con sus comidas, me maravilló con su música, me ensimismé con un universo espantosamente hermoso“, lo que indica una inmersión empática en la experiencia solitaria de Byrd.

SELECCIÓN DE POEMAS

Antártica I

Al crepúsculo de la última edad de hielo
quise ir lejos de los límites,
y reunir la quietud,
lo pacífico
en la soledad de un tiempo inexpugnable

Eso era.

Cogido por vientos contrarios,
necesité asilos
por ocasionales y precarios que ellos fuesen.
No era el polo,
el recorrido era lo importante.
Pues había ahí un frío, una huella,
una nieve tan inaccesible,
que esta pura gota de blancura
es un fragmento de aurora,
un trozo de oro azul
que cada día se desprende
de tu propia Antártica,
de tu continente,
de tu propia banquiza interior.

Hubo, entonces,
en un extremo de la tierra,
un punto matemático en el centro de un mar vacío
y, en el otro,
Yo,
en medio de vendavales sin fin
y donde cada punto cardinal
se aniquilaba en un abismo.

Y hubo frío,
el frío más frío de la tierra.
Y una noche,
y una soledad hubo,
que nadie
              ni nada
                       pudo darle fin.

Así, lejos de la Distracción,
sucumbí al imperio del viento y de la noche,
a la soberanía implacable del frío.
Y dependiendo sólo de mis leyes,
destruí todo puente con el mundo,
todo gesto, toda nave.

Se trataba, en verdad, de la respiración,
de la circulación planetaria del aire.

Meteorológicamente hablando,
al interior de la Antártica
latía un vacío silencioso,
y la celeste águila de la nieve
muda.

Exploraciones

Fue la escasez de focas,
esas que brillando en la cumbre
de rocas riquísimas,
lustran el oleaje del océano.

Fue
la necesidad humana de traspasar los muros,
las banquizas del espanto,
esa tonelada cerval de agua indómita.

Pero fue más el ansia,
el negocio de las pieles.
No para cubrir el hambre
ni para colmar el vacío
mundial de los cuerpos,
sino para ocultar la soledad,
la orfandad de las heladas metrópolis.

Para satisfacer la gana,
fue la Gana internacional,
ese non plus ultra de la sociedad contemporánea,
esa insaciable codicia de la soledad social.
Y no para ser más ricos, Philoxenos,
sino para aumentar sus posesiones
y crear más y más necesidades.

Por ello
alimentaron de perros la noche polar
y penetraron la Blancura,
ese puro trozo de vida.

(Después, mucho después,
llegarían los sabios,
la aventura mayor).

 

Antártica II

Se trataba de invernar,
de pulsar las leyes del frío;
de escrutar la indigencia en la medianoche del mundo;
de buscar huellas de dioses
ahí donde la huella de las huellas
se ha perdido.

Se trataba de la compleja red de circunstancias
y menudos azares
que calibran la temperatura del Planeta,
mi temperatura,
nuestro propio clima interior.

Del enorme frío absorbido
en las grandes ciudades llenas de gente;
de la simple soledad,
de la inmensa precariedad humana.

Había que acceder al umbral,
al Bósforo
entre la blancura de este mundo solitario
y aquel otro lleno del calor de las aldeas.

En el fondo,
como un barco que bornea una bahía lejana,
como un astronauta atado a su cápsula en Plutón,
se trataba de mirar
el vasto paisaje nevado de multitudes solas;
de balidos solitarios,
de vislumbrar sus leyes.

Porque aquí,
en lo frío, en lo inhóspito
se adoptan las grandes decisiones planetarias;
la estructura de la tibieza,
la llama del brasero en las aldeas,
el juego en las fiestas del denario,
la estructura del abrazo, del beso,
de la lámpara
que apenas pudisteis apagar.

De titilar
a la intemperie
en los océanos,
se trataba.

 

Nieve I

Una insignificancia,
una pura inutilidad
se ha atrevido a caer.

Y danza en el aire puro.

Cae la vicaria nieve
sin avisarnos donde comienza
todo caer.

Cae el agua.
cae el balido de la oveja,
el calor cae.

Un día caeremos.

Pero
no indagues, Leucónoe, no es lícito saberlo,
no es lícito saber dónde termina la caída,
dónde el beso, la caricia,
todo.

¿Alguien

              recibe

                          este caer?

Decisión

Toda la noche ordené mi equipaje.

Mi ruptura con el mundo
ahora es plena, irrevocable.

El silencio de Dios
extiende sus arterias blancas
a través de un cielo y desierto vastísimos.

Poco a poco se extingue
todo contacto con los hombres.

Intemperie

¿Y, ahora,
dónde me guarezco
de mí?

Anthem

Bendíceme, Madre,
azulada nieve de cada día.

Amanéceme
y fecunda
el olvidado dintel de la ventana
de este mundo.

Y junto al fuego frío,
bendice este incendio infinito.

Plenitud

Un movimiento arrobador.

Un infinito alborozo.

Una monstruosa luna roja
trepa un cielo infinitamente marino.

Esta noche,
no hay necesidad alguna del mundo.